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No te excedas, Señor, en tu cólera,
no te acuerdes siempre de la culpa;
ten en cuenta que somos tu pueblo.
Tus santas ciudades son un desierto:
Sión está desierta, Jerusalén desolada.
10 Nuestro santo Templo, nuestro orgullo,
en el que te alabaron nuestros padres,
ha sido consumido por las llamas;
nuestras cosas más queridas
han quedado convertidas en ruinas.

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